El tocomocho ya saben lo que es, el timo de la estampita, en
Asturias tuvimos el nuestro, el Petromocho. Les pongo la
definición de la Wikipedia para que recuerden lo básico, luego profundicen si
quieren que esto los que lo vivimos no lo olvidamos. Pero parece ser que no
aprendemos...
El asunto parte de un estafador o panda de ellos, que van de
flor en flor, de viejo en vieja o de comunidad autónoma en comunidad autónoma. En
este caso se ha corrido la voz de que España está en venta y vienen todos: Aldeson
es un evasor de impuestos, un mafioso imputado en tráfico de drogas y
prostitución, un corrupto que tiene la entrada prohibida en China (no le digo
más); Bañuelos es el capo de Astroc, la
primera empresa que se desplomó con el pinchazo del ladrillo allá por el 2007. Ambos
conocen la crisis como si la hubiese parido él mismo, lo cual, al fin y al
cabo, es bastante cierto. Ustedes saquen sus propias conclusiones.
Ponen poco más de la cuarta parte de la inversión, el resto
recortes de papel de periódico que sacarán de nuestros bolsillos para meterlos
en los suyos convertidos en billetes de curso legal. No sería tan grave si no tuviéramos
la cuenta bancaria tan esquilmada por los mismos ladrones, aunque con otros
collares. Pero llueve sobre mojado.
Nuestros mediocres caciques (políticos les queda grande) han
visto en su delirio al “burru cagarreales” y no contentos con cargarse la
Constitución, el Estatuto de los trabajadores, los convenios... se saltarán también las leyes
de extranjería, del tabaco, los impuestos... ¿Se acuerdan de la Cuba de Batista,
el casino, el prostíbulo de América? Lo mismo seremos, pero de Europa. Menos mal
que ya estoy mayor para ejercer de jinetera, aunque como me sigan reduciendo el
salario y la vida subiendo, nunca sabe una a lo que puede llegar.
En cambio, estos proyectos sí sabemos a lo que llegarán: a nada. Como tantos megapuertos, aeropuertos, autopistas, urbanizaciones y otros derivados del cemento aún sin pagar. Cuatro se harán aún más ricos y entre todos cargaremos con la deuda. Un nuevo pufo de un viejo estafador... ¿Y qué haremos entonces? ¿Un Banco Peor? No, sí lo merecemos.
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