Transcribo literalmente la crítica realizada por Félix Población, escritor y periodista colaborador de Público, Astures, La marea, Crónica popular. Su blog es Diario del Aire.
Pueden encontrarse muchos episodios dramáticos en la Guerra
de España, pero uno que un gijonés no puede pasar por alto es el
de la evacuación hacia la Unión Soviética -los días 23 y 24 de septiembre de
1937- de un millar de niños de familias republicanas, familias acaso confiadas en que el
conflicto terminaría pronto, pero puede que con más fundamento temerosas y
angustiadas de que no fuera así.
La quinta novela de la escritora gijonesa Pilar
Sánchez Vicente arranca de esa acongojada despedida en El Musel en el otoño de
1937 y tiene por protagonista a una de esas pequeñas evacuadas, Adriana Montes
Peón, a la que el destino no llevará a la URSS sino a la República Argentina,
en donde discurrirá su vida hasta mediados los años ochenta en que regresa a su
aldea natal en Biedes.
No conozco otras novelas de esta autora, a la que he llegado tras
saber del arranque del libro e interesarme por el desarrollo argumental que
podría tener la historia, pero puedo asegurar que desde las primeras páginas se
me hizo atrayente tanto su contenido como la efectividad narrativa con la que
está resuelto.
Dadas los dos diferentes hilos narrativos que se alternan en “Luciérnagas
en la memoria”, la de la protagonista en la región de Tucumán y la de su
hermano y coprotagonista Jacinto como guerrillero antifranquista en las
montañas asturianas, no era tarea fácil hacer igualmente interesantes uno y
otro, sobre todo por la disparidad de escenarios y circunstancias. Pero la
autora logra, gracias sobre todo a la personalidad de ambos personajes, que
el lector persiga con igual interés las incidencias de los dos.
Ambos avanzan unidos en el relato por el recuerdo mutuo y
la memoria de sus progenitores, un alcalde azañista y una madre maestra formada
en la Institución Libre de Enseñanza, asesinados ambos por el franquismo. Esos
vínculos les mantienen juntos en la distancia y en el tiempo, en medio de las variados
lances que cada uno vive y que sustentan con vigor el interés de la historia,
algo que siempre es de agradecer en un género tan lleno con frecuencia de futilidades
con las que llenar de vacío excesivas páginas.
A través de una escritura sobria y una narrativa eficaz que
en determinados pasajes llega a elevarse a un nivel expresivo de muy bella
factura literaria, la autora llevará al lector a una confluencia entre ambos
personajes, dando con ello en lo que para mí es el meollo de la novela: uno y
otro protagonista -en distintos países y contra sendas dictaduras militares-
ejemplifican con su vida el testimonio de lucha por la cultura y la libertad
que dejaron como herencia moral y cívica sus padres.
Estructurada en cinco capítulos, que corresponden a la
narración en primera persona de Adriana a lo largo de sus avatares como niña
evacuada y su residencia argentina, intercalados con los cuatro cuadernos que a modo de
diario escribe su hermano como guerrillero antifranquista durante ocho años de
lucha en la arriscada orografía astur, la novela va a desembocar en el triste
desenlace previsible con el retorno de la primera a su pueblo de origen en 1985.
Para ese final nos reserva Pilar Sánchez Vicente un muy emotivo último
capítulo, acaso algo recargado de sentimentalismo, cuya intensa aflicción alivia
en último término con un epílogo esperanzador.
Lamento que el título de la novela, quizá por pecar de
poético, no haya sido todo lo explícito que sugiere el contenido de la misma,
sobre todo con relación al apuntado meollo de la historia.
*Artículo publicado también en Astures.info
No hay comentarios:
Publicar un comentario