jueves, 28 de agosto de 2008

Comentarios a La Diosa contra Roma




Ya sabes que en este blog podrás conocer detalles "íntimos" que subyacen detrás de la novela, para deleite de los lectores deseosos de arañar la tinta y escarbar en el motivo que hizo a la mano de la autora tejer con negras plumas de cuervo el manto de la Diosa.

Regina irae, ha hecho una crítica regia de La diosa contra Roma, en profundidad y extensión. Detrás he hecho un pequeño comentario al que me gustaría añadir esta ilustración. Goya y la autora (Íbamos yo y otros sabios por las orillas del Vesuvio...) coinciden, coincidimos, en querer mostrar mediante el arte y/o la literatura, los desastres de la guerra.

Lo cierto es que a nadie deja indiferente y son esas las preguntas que plantea. Es difícil ponerse en la piel de Imborg, de una mujer que ejerce el caudillaje de las tribus, que ama y mata a muerte, sin sentimientos ni remordimientos, como se espera de un líder, de un caudillo, de un jefe -utilizo el género adrede-. Cuesta mucho trabajo hablar por su boca, reflejar sus ritos, sus creencias, su fe ciega. No es fácil identificarse con Imborg, luchar hasta el fin con ella, tú, que conoces el final de la historia, que sabes quien ganó la guerra.

Por eso ella misma se lo pregunta, aquella noche de desvelo y desvarío, infortunio y flaqueza, a Ammia, su fiel, inseparable compañera.

—¿Por qué los dioses no nos ayudan, Ammia? ¿Dónde están?
¿Por qué tantos muertos? ¿Para qué tantas plumas a mi
espalda?

Y eso es lo que la autora pregunta por su boca a los lectores, las preguntas que Regina se plantea: ¿Merece la pena? Lo que se refleja en la novela es una guerra y son todas. Mutatis mutandis, si cambiamos los nombres de los contendientes vale para cualquier país o época, pues somos los mismos locos, bajo otros sombreros, los que se enfrentan.

¡Ojalá nunca tengamos que sufrir los desastres de una guerra!

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