Bogotá es una ciudad vital que lucha por lavar su dañada imagen, por innovar, por crecer, por consolidarse como la urbe cosmopolita que es y convertirse en la bandera de Colombia, más allá de la guerrilla, del terrorismo de cada uno. Sabana de cemento entre los cerros y los Andes, sus habitantes son amables, suaves, y se desviven en mostrar su mejor cara, la "otra cara" de la violencia que ofrecen los medios como imagen nada promocional, para su desgracia. Resunta excesiva tanta prevención para una ciudad tranquila, especialmente protegida ante la delincuencia.
De los tópicos al Trópico, resulta fácil la inmersión en la cultura hermana que nos invade con su pasado de oro, su rica historia precolombina -recordemos con rubor nuestro conquistador paso de caballo-, su paisaje y su riqueza natural (¡las frutas tropicales, ummm!) , sus costumbres, el calor y el ritmo de sus gentes (¡cómo se baila en Andrés, carne de res! Disfrutad con la visita virtual.)
Esto no quita para que sea una ciudad de fuertes contrastes, derivados de su rígida y manifiesta zoniestratificación social -del 0 al 7-. El lujo y el glamour conviven, convenientemente separados, con la indigencia y la pobreza, o lo que es lo mismo, castas de mármol y de cartón. Quizá fue lo más sorprendente, el presente a mejorar. O, tal vez, son más sinceros y organizados, pues clases las hay en todo lugar.
De los tópicos al Trópico, resulta fácil la inmersión en la cultura hermana que nos invade con su pasado de oro, su rica historia precolombina -recordemos con rubor nuestro conquistador paso de caballo-, su paisaje y su riqueza natural (¡las frutas tropicales, ummm!) , sus costumbres, el calor y el ritmo de sus gentes (¡cómo se baila en Andrés, carne de res! Disfrutad con la visita virtual.)
Esto no quita para que sea una ciudad de fuertes contrastes, derivados de su rígida y manifiesta zoniestratificación social -del 0 al 7-. El lujo y el glamour conviven, convenientemente separados, con la indigencia y la pobreza, o lo que es lo mismo, castas de mármol y de cartón. Quizá fue lo más sorprendente, el presente a mejorar. O, tal vez, son más sinceros y organizados, pues clases las hay en todo lugar.
5 comentarios:
Dear lillian
Thanks for entering in my web and for leaving a comment.
One of the things that make me to be eager to write in the net are the readers as you.
I’m nice to meet you and I hope you keep giving me your opinion about the blog
Good Bye, Kisses
Es cierto ese afán de los colombianos por quitarse de encima el lastre del esterotipo que todos tenemos de sus habitantes como narcos o guerrilleros. Colombia es mucho más que eso y lo sé de buena fe porque mi mujer es colombiana. Envidio de ella ese amor sin condiciones a su país, que ya quisiera yo tener por el mío, exento de crítica, esa pasión que se le desata en cuanto oye sonar la salsa y ese borbotón de elogios que le sale del alma cuando me habla de Colombia. Ella es del Valle del Cauca, muy castigado por el narcotráfico, y ha vivido casi toda su juventud en Cali, la cálida Cali...
pilar, do not do that I become jealous. juas. besines, salva.
Angie Simonis, Gracias por su comentario, es cierto que los colombianos amamos nuestro país... es una de las fortalezas para terminar con tanta violencia y narcotrafico
Hola Pilar,
No sé qué decirte, si soy un catalano-colombiano, o un colombo-catalán, pues nací en Bogotá y pasé mi infancia y juventud en ese bello país (a pesar de la des-información de muchos medios de comunicación). Llevo ya 30 años viviendo en Catalunya, mi otro hogar, me siento de las 2 orillas y amo y defiendo a Colombia y Catalunya. Me ha gustado tu artículo y a pesar de reconocer la injusticia social existente en Colombia, creo que hay miles de cosas interesantes que enseñar al mundo, aparte de los tópicos, típicos con los que siempre se "ensañan" las noticias. Tu artículo deja un resquicio de aire puro sobre una realidad latente, y me encantó tu última frase:
"Tal vez, son más sinceros y organizados, pues clases las hay en todo lugar. Un saludo. Jordi Devia.
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