Los habituales de este blog notarían la falta de entradas en las últimas semanas. Mis disculpas. A veces los elementos se conjuran para aplastarte, como si una losa se hubiera instalado sobre tu cabeza. Motivos personales y profesionales se han unido para dislocar la rutina cotidiana y estoy empleando todas las energías disponibles para intentar recomponer y recolocar el puzzle vital, más genuinamente denominado rompecabezas (y más ilustrativo)
Yo siempre he sido una persona confiada, quizá en extremo, así que la suplantación de mi identidad mediante falsedad documental (nada que ver con el phising en Facebook) me ha dejado ojiplática y boquiabierta, vorágine consiguiente aparte. Poco importaría si este terremoto no hubiera coincidido en el tiempo con una situación familiar seguramente también previsible, pero nunca deseable. En este mundo no se queda nadie y no existe la opción de marcar con una cruz la casilla “me voy”, así que las personas nos vamos yendo, cada una a su manera, pero resulta muy duro ver como la vela se va apagando. Emocionalmente por supuesto, pero también supone un cambio radical en la organización del tiempo, especialmente del libre, que pasa a ser tan dependiente como la propia enfermedad del ser querido.
En fin, nada que no nos pueda pasar a cualquiera, al fin y al cabo la vida es un caos entre dos silencios y, aunque a veces nos permitimos creer que lo tenemos controlado, no somos más que hormigas frente al caos. Así que aquí estoy, arrastrando mi grano, pasito a paso, no hay más. Por eso a los del Facebook os envié la sonrisa Guinnes que arriba podéis ver, por si hacerla pública me permitiera recuperarla de nuevo, porque sólo con una sonrisa se puede luchar contra la adversidad. Una pinta a tu salud.
Yo siempre he sido una persona confiada, quizá en extremo, así que la suplantación de mi identidad mediante falsedad documental (nada que ver con el phising en Facebook) me ha dejado ojiplática y boquiabierta, vorágine consiguiente aparte. Poco importaría si este terremoto no hubiera coincidido en el tiempo con una situación familiar seguramente también previsible, pero nunca deseable. En este mundo no se queda nadie y no existe la opción de marcar con una cruz la casilla “me voy”, así que las personas nos vamos yendo, cada una a su manera, pero resulta muy duro ver como la vela se va apagando. Emocionalmente por supuesto, pero también supone un cambio radical en la organización del tiempo, especialmente del libre, que pasa a ser tan dependiente como la propia enfermedad del ser querido.
En fin, nada que no nos pueda pasar a cualquiera, al fin y al cabo la vida es un caos entre dos silencios y, aunque a veces nos permitimos creer que lo tenemos controlado, no somos más que hormigas frente al caos. Así que aquí estoy, arrastrando mi grano, pasito a paso, no hay más. Por eso a los del Facebook os envié la sonrisa Guinnes que arriba podéis ver, por si hacerla pública me permitiera recuperarla de nuevo, porque sólo con una sonrisa se puede luchar contra la adversidad. Una pinta a tu salud.
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