martes, 26 de octubre de 2010

El Tea-Party, una merienda de locos

En el País de las Maravillas, los locos andan sueltos y se juntan para merendarse a negros, inmigrantes, comunistas, ateos, gays, feministas, rockeros, drogadictos, ecologistas y, sobre todo, a Obama. Su elección como presidente de EEUU, unido a la crisis económica, ha generado un movimiento a la extrema derecha del conservador Partido Republicano, que aglutina a los fundamentalistas religiosos, ultranacionalistas, intolerantes, belicistas, racistas, ignorantes, fanáticos y rabiosos en una infusión populista y reaccionaria que aboga por la supremacía de la raza blanca y se manifiesta en contra de la sanidad pública. Según sus propias palabras, Obama es fascista, comunista, musulmán, judío, africano, racista -contra los blancos-, terrorista y discípulo de Satán. Y, por supuesto, Dios se sienta en su misma mesa y es el que sostiene la tetera, invitándolos a derrocar al Maligno. 

Alicia es Sarah Palín -a quien admira Esperanza Aguirre-, miss Alaka en su juventud, cazadora, amante de las armas, creacionista y que se declara defensora de la familia tradicional, niega el cambio climático, abomina de las feministas y anuncia el Juicio Final en breve. La cadena FOX es el balcón desde donde el Conejo Blanco predica contra las reformas de Obama, especialmente la extensión de la cobertura sanitaria. El gurú del movimiento, Glenn Beck. Mormón y  ex-alcohólico -como Bush, mejor seguía bebiendo-, desde su púlpito al más puro estilo Jimenez Losantos -un rojo a su lado- llora, reza, grita, insulta y amenaza, abogando por la vuelta a la América de los fundadores -los presos de las colonias inglesas nunca lo hubieran imaginado- y la ley de Dios. Encabeza la cruzada contra la Casa Blanca, ocupada según él por un león africano negro que quiere comerse a los blancos. La masturbación es pecado, el SIDA justicia (en esto comulga con el arzobispo de Bruselas) y la revolución sexual y el rock&roll, los cánceres de la sociedad.

Como pasa siempre, la realidad supera la ficción. ¡Si no lo sabremos los escritores! Fíjense que, pese al opio y su desbordante imaginación, Lewis Carroll se quedó corto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La verdad que dan un miedo horroroso, más sabiendo que al final estamos en sus manos. Por cierto Pilar he oido comentar que pronto sale al mercado tu próxima novela. Tengo muchas ganas de leerla.
un saludo