lunes, 29 de octubre de 2012

Carrillo, los indignados y los Principes de Asturias



Enero de 1977, si la memoria no me engaña. La calle Fernández Ladreda (actual Avenida de la Constitución) estaba llena de gente desde tempranas horas de la tarde. Se decía, se comentaba, se rumoreaba que Carrillo -con su peluca- venía a encontrarse con Horacio, el Paisanu, que vivía en esa calle a la altura de la gasolinera. No me pregunten como lo sabíamos, ninguno de los miles presentes teníamos móvil, ni twitter, ni se había creado un evento en Caralibro. Pero todos estábamos allí: las de 15 años, como yo, y los de 80.

Pasadas las doce de la noche, mi amiga yo volvimos a casa sin ver nada y llevamos una bronca de cuidado (corrían otros usos horarios) En realidad, no se si al fin llegó o no, si como decian algunos ya estaba dentro, si pasó disfrazado con peluca o con sombrero, en coche o andando, pero allí estábamos para evitar que fuera detenido, para recibirle, para apoyarle, para verle. Ya ven.

El viernes, cuando estaba en la Escandalera ejerciendo mi derecho a la discrepancia colectiva frente a realeza y autoridades, Indignados vs. Fartones, por así decirlo, me acordé de aquellos tiempos y aunque la tesitura vuelve a ser la misma -todo el día en la calle reivindicando derechos y libertades- hay una gran diferencia. Entonces peleábamos por tenerlos, creíamos estar construyendo una nueva sociedad democrática partiendo de cero, y ahora, que están destruyendo aquellas conquistas, aquella democracia,  luchamos por no volver al cero. No nos dimos cuenta de que detrás, arriba, con cada vez más privilegios siempre están los mismos. No abrimos las ventanas, no oreamos, nos engañaron con un ambientador para esconder la mierda, y ahora estamos de nuevo enfangados en todo aquello que creímos limpiar: corrupción, represión...

El domingo estuve en el sentido homenaje que se le rindió en el Jovellanos a don Santiago, ilustre gijonés, comunista sin partido que en los últimos días recibió en su casa a los chavales y no tanto del 15m, viendo en ellos la puerta abierta al cambio social a través de la resistencia, de la desobediencia civil. Y les avisó con gran lucidez de que tuvieran cuidado, que después de la primavera llega el invierno...

Así que a ponerse gorro y bufanda, que la calle está muy fría. Pero no nos sacarán de ella.

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