jueves, 19 de diciembre de 2013

Luciérnagas en la memoria: la conexión tucumana


Con motivo de la presentación en Oviedo, El Comercio publicó una entrevista que podéis leer aquí

Y cubriendo el acto, estuvo Asturias Mundial, con un excelente reportaje fotográfico.

Fue un acto entrañable, había nietas de fusilados, hijas de represaliados, de exiliados -a Tucumán-, descendientes -una hija y una nieta- de dos de los emigrantes que contribuyeron a levantar la capilla de la Virgen de Covadonga en Tucumán, algún tucumano hijo de exiliados y retornado... Hasta el periodista que me realizó la entrevista para El Comercio, tenía parte de su familia emigrada a Tucumán. Resulta increíble los lazos que unen a Tucumán con Asturias.

Hay un personaje en la novela que encuentra un gran parecido entre las dos provincias, “los obreros de la zafra tucumanos son muy peleones, al igual que los mineros asturianos, los dos pueblos comparten un espíritu revolucionario”. Que ambos pueblos tienen mucho en común es una percepción generalizada.

Tucumán, por otra parte, ha acogido a numerosos asturianos a lo largo de la historia. El introductor del cultivo de la caña en Tucumán fue el obispo Colombres, que tiene una estatua en el parque Nueve de Julio, donde vivía. Aún se conserva la casa y el trapiche de la primera fábrica de azúcar que se fundó en la provincia. Su padre era oriundo de un pueblo del oriente de Asturias, Colombres como el apellido, cerca de Llanes. Muchos asturianos fueron a esta tierra a final del siglo XIX buscando fortuna, sin contar con los procedentes del exilio tras la Guerra Civil en el XX. 

Algunos volvieron convertidos en indianos, otros se asentaron allí definitivamente, como la familia de los Pachorros que en su día tuvieron el ingenio Bella Vista y salen también en la novela gracias a la información proporcionada por Manuel garcía Fernández.  

Aquí os dejo una fotografía de la mentada capilla de la Virgen de Covadonga en El Mollar, altiplano andino, a casi 2.000 metros de altura.




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