viernes, 18 de septiembre de 2009

A vueltas con la prostitución

No es la primera vez que clamo desde esta columna contra el cinismo y la hipocresía reinante en nuestra sociedad, especialmente delictiva cuando atañe a aquellos que se erigen en adalides de la moralidad y son capaces de llevar a la hoguera (ya que no física, mediática) a los que se salen de la “normalidad”.

A nuestro inestimable Berlusconi, azote de homosexuales, gitanos, comunistas y otras gentes de mal vivir, le han detenido el camello suministrador de prostitutas y cocaína. El exconcejal del PP de Palma de Mallorca, Rodrigo de Santos, se negaba a oficiar bodas de gays y lesbianas en el Ayuntamiento, mientras que sus estrictos principios no le impedían fundirse el erario público en cocaína en prostíbulos gays (recordemos que, según el INE, la palma de puteros se la lleva Palma). El sexo se practica en medio de la calle en Barcelona, pero hasta que no sale publicada una foto en el periódico nadie lo ve. Por no hablar de los curas pederastas, seguramente apocalípticos y anatematizadores contra el sexo desde sus púlpitos. Cuando veo a los que defienden a ultranza la familia, la religión, el orden, la moral y las buenas costumbres, echo mano de las estadísticas...

La Encuesta de Salud y Hábitos Sexuales entre los españoles del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2003 señalaba que uno de cada cuatro hombres de entre 18 y 49 años residentes en España (el 25,8% de la población masculina de esa edad) había sido cliente de la prostitución alguna vez. Por cierto, que a los baleares seguían los asturianos.

Medio millón de prostitutas en España, casi el 90% extranjeras, muchas víctimas de la trata de blancas… Historias de vida escalofriantes y estremecedoras que ningún hombre querría para su madre o su hija (el resto, incluyendo la mujer, ya se sabe: todas putas)
Así que, cuando se plantea regular el mercado de la carne, me viene a la cabeza Sor Juana Inés de la Cruz que, ya en el siglo XVII, decía en una redondilla:

O cual es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar.

Si por lo menos el dinero fuera para ellas...

3 comentarios:

Manel Aljama dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Manel Aljama dijo...

De entrada, no se puede prohibir que dos seres vivos se pongan de acuerdo de cambiar sexo por dinero. Esto es una cosa y otra es que entren esclavas en la península. Si se "legaliza" esta actividad, es muy probable que se deje de controlar la entrada de esclavas puesto que aquí es legal. Este es el argumento de muchas asociaciones feministas y su razón tienen.

Si no se legaliza es, como dices por hipocresía, de los políticos que tienen que rendir al clero y a de las feministas. Y las feministas también tienen contradicciones...

Te añado, la prostitución forma parte de los negocios, de los altos negocios, se regalan señoritas o noches con señoritas o "scorts" (de altísima categoría). Los grandes burdeles de las grandes capitales cierran el círculo del dinero negro, negrísimo y conectan con el malditro ladrillo el de las recalificaciones, sobornos y comisiones.

Quizá eso sea desgraciadamente la verdadera razón de "no legalizar" esta actividad.

Gustavo dijo...

Yo estoy de acuerdo con que se regule legalmente el ejercicio de la prostitución. Mientras siga en el limbo legal los esclavistas del siglo XXI continuan con las manos libres para vulnerar derechos. Una ley que establezca una vinculación laboral con los dueños de los locales y les haga responsables penalmente de lo que allí ocurra. En Asturias se rescató a chicas secuestradas en un local de alterne importante y el local sigue funcionando a pesar de haber sido utilizado como elemento necesario para la comisión del delito.