Cada vez aumenta más el número tanto de músicos nacionales y extranjeros que editan y distribuyen sus obras fuera de los canales comerciales tradicionales. Esto supone quedarse al margen de la publicidad de las grandes casas, para ello, como gancho y con el objeto de su difusión, ofrecen descargas gratuitas de sus canciones en Internet. Todo ello ha introducido un cambio en la relación entre grupos y seguidores.
Los conciertos en directo (tan escasos excepto en estío) se han convertido en una ocasión magnífica para que el público, en caliente, si le gusta la actuación o por simpatía o lástima, compre el disco al final. El precio de estos discos, al ser de producción y comercialización casera, oscila entre los 10 y 15 euros, así que después de este verano tengo la casa plagada de discos de grupos minoritarios, dedicados por los abnegados, escasamente pudientes y grandes desconocidos artistas protagonistas que no se encuentran ni en las tiendas ni en el top manta. Un lujo. Muchos lo anuncian con timidez, como pidiendo perdón, tras los bises. Otros son más insistentes, aunque las técnicas de venta en general no están nada trabajadas. Un grupo de blues canadiense, ya mayores y curtidos, lo anunciaba casi entre canción y canción con el compacto en la mano para mayor claridad: ¡Si-di a la salada!
Es una forma de compensar la creatividad y las descargas ilegales, favorecer la creatividad y a los emprendedores, además de aumentar la discoteca personal. Y vete a saber, como los libros dedicados, lo que puede valer su autógrafo en un futuro. De momento, les sirve como apoyo y promoción, además de ayudar a cubrir gastos, que no es poco con los malos tiempos que corren para la lírica… pantojas, zarzuelas y triunfitos aparte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario