miércoles, 16 de febrero de 2011

El país de las maravillas (recuerdos de una cinéfila)

Viendo la ceremonia de entrega de los Goya, regresó a mi mente el olor a ambientador de los cines, cuando se fumaba en el ambigú, había sesión continua y las películas tenían descanso a la mitad para cambiar el rollo. El cine era un refugio ruidoso y oloroso, la pantalla una ventana mágica a mundos inexplorados y las películas fantásticas novelas animadas de ficción que dejaban regusto en la memoria. El país de las maravillas.

En Gijón había muchos cines. El de Los Campos Elíseos no lo llegué a conocer, pero si visitaba asiduamente el Goya, el María Cristina, el Robledo, el Avenida, el FAC, el Hernán Cortés, el Arango, el Álbeniz, … Los sábados por la tarde, mi padre me llevaba al cine, no a uno, si no a tres, uno por sesión, si, han entendido bien, no veía una película, sino tres, a las 5, a las 7 y a las 9. En cada uno, sacaba dos asientos y me sentaba lado pasillo y él en la butaca de al lado, Después de proyectado el NODO mi progenitor desaparecía (“No te muevas, vuelvo antes de que acabe”) y yo quedaba separada del siguiente espectador de la fila por una butaca vacía. Era amigo de todos los acomodadores y pasaba la tarde con ellos, en el bar, cuando los bares servían copazos de coñac, las coca-colas eran de gruesa botella de cristal con el logo pintado en blanco y las palomitas aún no se habían hecho dueñas del lugar. Entiendo que utilizaba el cine como guardería y nunca se lo agradeceré bastante. Aquellas tardes de cine y soledad, boquiabierta, ojiplática, inmóvil, delante de la pantalla, son uno de los mejores recuerdos que tengo de la infancia. El mundo y yo. ¡Tantos mundos por descubrir, por estrenar! ¡Cuántas emociones, cuánta ilusión!

Después llegarían los años adolescentes, las sentadas a la puerta del Brisamar, el cine de arte y ensayo, en Cimavilla, para que nos dejaran pasar, cosa que dependía del portero. Películas con sabor prohibido que solían cerrar con aplausos la escena final y prologarse en tertulias. Los Hollywood fueron bienvenidos por su novedad, un multicine con varias salas, sin saber que aquello era el principio del final. Casi a la par llegó el vídeo.

Ahora quedan el Yelmo Cineplex, los cines Centro y el Autocine. Y es difícil encontrar en alguno de las salas una película que no sea puramente comercial. Así que me pregunto si algún día veremos en Gijón “Pa negre” o si la tendremos que descargar. Que quieren que les diga, ni home cinema ni ná, para mí sigue siendo el cinema la home de los sueños. Lo malo es que, ahora, hasta los sueños siguen el pensamiento lineal y no hay alternativa, ni aunque medie un Goya. No se si Internet será la salvación del Cine, pero a los cines no los salva ya ni dios.

3 comentarios:

Ada Crow dijo...

Aún queda un reducto, una sala pequeñina en el Cica, en la cuarta planta del antiguo Hernán Cortés,donde dan pelis en V.O. y lo lleva gente con mucha ilusión ;)

Guxano dijo...

Si no te dejan verla (es decir, si no la ponen en ningún cine), descárgala. El 82% de la financiación de esa película proviene de subvenciones. No creo que sea justo que encima tengas que pagar la primada de un DVD para poder verla en una pantalla en casa.

Rafael Caunedo dijo...

...nunca pensé que hablaríamos del cine con nostalgia... pero el día ha llegado... una pena, la verdad...