Lo de esta Asturies del alma da pena, permanentemente embarcada en superestructuras, como el Muselón, Zalia, el Niemeyer, el soterramiento de vías en Gijón, el Metrotrén…de las que se desconoce su destino final y si tendrán o no alguna utilidad pública más que el movimiento de camiones o la obra por la obra. Y si va usted a un pueblo, tranquilo, que habrá piscina cubierta, museo o centro de interpretación y casa de la cultura. Y a diez kilómetros otro tanto. No importa el envejecimiento de la población ni el despoblamiento, ni que el museo o el centro de interpretación nunca lleguen a abrir, continente sin contenido, ni que todas las maravillosas infraestructuras estén atendidas por una sola persona, todoterreno y multitarea, que ejerce por un sueldo ínfimo del convenio de oficinas y despachos como bibliotecario/a, animador/a sociocultural, conserje, agente de igualdad, informador/a turística, informática… ¡Cómo no va a haber paro en esta región!
Y digo región, no país ni nación, porque si así fuera, si alguna entidad tuviéramos o tuviésemos, no nos quitarían, además de los aviones, el tren que comunica con la meseta. Primero había dos, nocturno y diurno, que no, que no, el Alvia, mucho mejor. Ahora el Alvia no, oiga, los 120.050 que son mucho mejor, total, que nada.
Con la menor natalidad de Europa y casi 90.000 desempleados –libramos de la indigencia por las prejubilaciones-, en este país de viejos y parados, qué quieren que les diga, hace ya tiempo que perdimos el tren. Lo del Alvia, como la burbuja inmobiliaria, era una ilusión.
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