Después de la pifia de Aerolíneas Argentinas, Air Comet y Mercurio, llega Marsans. Viajes Marsans, de toda la vida. Usted confiaba en la empresa del presidente de la CEOE o en la publicidad o en una amiga que regentaba una sucursal de la compañía. Usted abonó religiosamente el importe de su viaje y la oficina lo tramitó, pero nunca llegó a la touroperadora, a la compañía correspondiente. Por el medio, desapareció, junto con el sueldo de los currantes que se lo vendieron. Y usted se ha quedado sin viaje, sin crucero, sin vuelo. Y ellos sin trabajo y sin indemnización (los perjudicados de Air Comet, esa compañía en la que Díaz Ferrán nunca hubiera volado, según sus propias palabras, todavía no vieron un duro, ni clientes ni trabajadores…) ¿Dónde está el dinero? Como diríamos en Asturias, “comiolu el gochu.” Esto en cualquier país se llama estafa, robo, latrocinio, apropiación indebida, mala práctica, delito (presunto) Aquí es, simplemente, otro chorizo más, un chorizo con mucho morro, eso sí. Del cerdo siempre se aprovechó todo.
Díaz Ferrán, cuando era niño, quería ser conductor de autobús de primera, acelera, acelera. Y aceleró tanto que se llevó por delante autobuses, aviones, viajeros y conductores. Tan modélica fue su trayectoria que fue elegido presidente de los empresarios, primero gallegos, después madrileños y desde el 2007 de todos los empresarios españoles. Y ahí sigue encumbrado como su máximo representante, tras haber hundido todas sus empresas. Eso sí, sigue recibiendo créditos millonarios de los bancos, Caja Madrid, de la que fue consejero, sobre todo. Ya sabemos, lo dijo Espe, que la corrupción es consustancial a las instituciones y la familia Capone está para ayudarse. Por si acaso, también ha solicitado ayuda al apóstol Santiago (que vigile el cepillo) y al Gobierno (que lo sacará de su bolsillo). Usted también pone velas a los santos, pero los bancos no le dan un préstamo, no le perdonan un plazo de la hipoteca porque usted es un pringao y en este país se premia a los emprendedores. Como Díaz Ferrán. Gente con clase, de éxito. Caraduras sin escrúpulos. Dicen que nadie le tose en las asambleas ni en las juntas directivas de la patronal. Se ve que se sienten bien representados.
Así nos va la empresa, la economía, el país, la sociedad.
Díaz Ferrán, cuando era niño, quería ser conductor de autobús de primera, acelera, acelera. Y aceleró tanto que se llevó por delante autobuses, aviones, viajeros y conductores. Tan modélica fue su trayectoria que fue elegido presidente de los empresarios, primero gallegos, después madrileños y desde el 2007 de todos los empresarios españoles. Y ahí sigue encumbrado como su máximo representante, tras haber hundido todas sus empresas. Eso sí, sigue recibiendo créditos millonarios de los bancos, Caja Madrid, de la que fue consejero, sobre todo. Ya sabemos, lo dijo Espe, que la corrupción es consustancial a las instituciones y la familia Capone está para ayudarse. Por si acaso, también ha solicitado ayuda al apóstol Santiago (que vigile el cepillo) y al Gobierno (que lo sacará de su bolsillo). Usted también pone velas a los santos, pero los bancos no le dan un préstamo, no le perdonan un plazo de la hipoteca porque usted es un pringao y en este país se premia a los emprendedores. Como Díaz Ferrán. Gente con clase, de éxito. Caraduras sin escrúpulos. Dicen que nadie le tose en las asambleas ni en las juntas directivas de la patronal. Se ve que se sienten bien representados.
Así nos va la empresa, la economía, el país, la sociedad.
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