Primero fueron las carreteras, muchas carreteras. No valía asfaltarlas, ampliarlas, limpiar los bordes, no. Mejor cambio de trazado y nadie sin su carretera nueva. Empezaron los desmontes y enterramos bajo hormigón la mayor parte del dinero que vino de Europa. Después fueron los polígonos industriales, todos pidieron y tuvieron su polígono y ahí están, vacíos, no habría empresas en España para ocupar tanta superficie (sin contar Zalia, 400 hectáreas, 4 millones de metros cuadrados, 400 campos de fútbol)
Vino la burbuja del cemento (se trataba de comprar y vender al doble de precio) y el paisaje se llenó de grúas. Ahí están, cientos, miles de casas vacías y cuentas corrientes embargadas. Por el medio, el boom de los equipamientos culturales, muchos cerrados, sin personal que los atienda ni contenidos, para qué, oiga. El último el centro de interpretación del Cabo Peñas. La obra por la obra. Pero somos muy grandones, sí, home, onde vas parar. Y vino la LABoral, el Calatrava, el Niemeyer… Pongan sus barbas a remojar que uno es como se empieza y otro como acaba (si esto tiene fin)
Al Musel no vienen barcos, pero hubo que hacer un Superpuerto, que corre riesgo de acabar como el Metrotrén o la variante de Pajares. Ni barcos, ni metro, ni AVE, pero tendremos Regasificadorona. Camiones arriba y abajo los montes, Asturias empieza a ser una continua cantera. Y con lo que sobra asfaltamos la Ruta del Alba y lo que se ponga por delante. Sin embargo, no teníamos bastante. Ahora llegan los teleféricos y hay bofetadas por ellos.
Dicen que el viento de Levante vuelve loca a la gente, yo me pregunto si el Nordeste no tendrá los mismos efectos...
1 comentario:
y luego están los eucaliptos... :-D
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