33 mineros. 700 metros bajo tierra. 69 días. 15 millones de dólares costó el rescate. Pero si quieren cifras, las del presidente Sebastián Piñera: el hecho de que fuesen 33 los mineros atrapados no fue una casualidad, sino una predestinación del cielo. Esa era la edad de Cristo, 33 días tardó la perforadora del plan B en contactar con ellos, 33 minutos tardó la ambulancia en un simulacro de la mina al hospital y el presidente recordaba que estaban siendo rescatados el 13 del 10 del (20)10, que suma 33. Por poco no salen en 66 días y redondea.
Predestinados estaban, eso sí, pero no a salvarse (aquí les acepto el milagro de la tecnología) sino a que la mina les cayera encima. No sé si Dios existe, pero ¿dónde estaba antes? El desierto de Atacama está lleno de mineros muertos, la historia de la minería chilena es una historia de sangre, sudor y lágrimas, una epopeya dramática de explotación y muerte: huelgas interminables, marchas de hambre, accidentes fatales, mineros ametrallados y cañoneados a mansalva en masacres inconcebibles (¿recuerdan la matanza de Santa María de Iquique inmortalizada en la Cantata?). Quizá por eso los mineros encerrados no creyeron al principio las promesas. Seguramente esta es la primera vez que esa tierra poblada de cadáveres e injusticia devuelve a sus hijos a la vida. Pero no la última vez que se sembrará la tragedia, porque las condiciones de vida y trabajo de los mineros siguen siendo las mismas.
Tal vez a Dios lo despertó la audiencia, mil millones de personas siguiéndolo en directo son muchas, más todavía que la final del mundial de fútbol. ¿Se imaginan? No es lo mismo ser corresponsal y cubrir una guerra (recuerden que Dios mismo habló con Bush ordenándole que invadiera Irak) que viajar a uno de los paisajes más impresionantes del planeta a glosar esperanza y alegrías. Aquello se convirtió en una feria, más de 3.000 personas acampadas a la salida del infierno, 32.000 euros la exclusiva. Periodistas, predicadores, millonarios, futbolistas, actrices, cantantes, políticos, voluntarios, astronautas, visionarios… sólo faltaron la mujer barbuda y el papamóvil. Y los presos mapuches, tres meses en huelga de hambre. Sí, los mapuches. La comunidad indígena histórica chilena sigue siendo procesada bajo la ley antiterrorista aprobada por Pinochet, que endurece las penas para los mapuches y los juzga bajo el Código de Justicia Militar.
Chile es un país de contrastes con una histórica herencia de injusticias. Mis amigas chilenas se alegran -¡cómo no!- por la suerte de los 33 mineros liberados, pero temen que el populismo alimentado por el circo mediático va a permitir seguir enmascarando los problemas endémicos de su país. Temen que, cuando se apaguen los focos, las prometedoras palabras de enmienda escuchadas al Gobierno sean arrastradas por el viento de la Pampa, alimentando el fuego de las viejas promesas incumplidas.
2 comentarios:
Pilar, no sé cómo lo haces pero siempre das en el clavo. Muchas veces coincides con lo que pienso y otras me abres los ojos. Gracias por tus comentarios y, por favor, no dejes de escribir.
No sabía yo eso de los treintaytreses. Hay que ver a qué se dedican algunos políticos.
Se le olvidó que la perforadora no pesaba 33 toneladas, ni medía 33 metros, ni 700 es múltiplo de 33...
A esos mineros no los salvaron dios ni la predestinación. Los salvó el topógrafo que dijo "El furaco hay que hacerlo exactamente aquí", y los ingenieros de minas que dijeron "el escombro vamos a sacarlo por este lado y por este". Y, como muy bien dices, la audiencia que alcanzó una masa crítica a partir de cierto momento. Si no, ya podían darse por jodidos, por mucho que rezaran.
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